¿QUE ES UN GUERRERO ESPIRITUAL? - Por Ramiro Calle
Todos los años me hago solemnemente, al
menos una vez, el propósito de ser un guerrero espiritual, y al hilo de esta
intención quisiera compartir estas líneas contigo.
¿Quién es un guerrero? Quien hace de la
vida una búsqueda, quien trata de sacarle sentido a cada momento, quien valora
la sabiduría y la compasión, quien aprende a manejarse vital y
existencialmente, es todo sagacidad y está libre de violencia. Es un
guerrero el que entona el ánimo, no desfallece, saca inspiración de la
tristeza, valora lo positivo y no se pierde en lo negativo. Es recio y recto;
procura ser ético y ecuánime, intenta no caer en sus propias trampas, convierte
la vida en la gran maestra, trata de liberar la mente de engaños y autoengaños,
pretextos falaces y componendas.
Además, valora la inteligencia clara y
la ternura expansiva, está siempre en el intento de autodesarrollarse para
beneficio propio y de los demás, vive sin odio entre los que odian, con alegría
entre los abatidos, con confianza entre los desconfiados, con júbilo entre los
desolados, con ánimo entre los desanimados y con desapego entre los codiciosos.
La guerrería espiritual es una actitud, un aroma, una presencia. Puede ser un
guerrero el estudiante, el ama de casa, el hombre de negocios, el campesino o
cualquier persona que procure un significado de crecimiento interior a su vida,
que asocie el desarrollo externo con el interno, que esté en el intento y en el
empeño de abrillantar la consciencia, de pulir la inteligencia primordial y
desenvolver el amor y la compasión.
El guerrero es cuidadoso consigo mismo y
con los demás, evita el daño, promueve el bienestar, desarrolla un sentimiento
de unidad.
Es un verdadero guerrero espiritual
aquél que aprende a relacionarse consigo mismo, mejora la relación con otras
criaturas sintientes, desarrolla sus potenciales anímicos, procura un sentido
de integración y mejoramiento a la existencia, promueve las energías
constructivas y de crecimiento, instrumentaliza la vida –incluso en las
circunstancias adversas- para completar su evolución interior. Sabe vivir a
cada instante con consciencia lúcida y ecuánime… o por lo menos no ceja en su
intento de conseguirlo.
Es un guerrero espiritual el que
emprende la conquista de sí mismo. Para ello no se aísla, prosigue con su vida
cotidiana, aunque en una dimensión de consciencia y percepción diferente a los
que no están en la senda de la búsqueda; vive instalado en el equilibrio, no
dejándose perturbar en exceso por la ganancia o la derrota, el encuentro o el
desencuentro, el elogio o el insulto. No hay mayor conquista que la de uno
mismo; no hay mayor conocimiento que el conocimiento interior; no hay mayor
alegría que la que brota de la fuente interna de serenidad y no depende
exclusivamente de los eventos del exterior.
Aprende el guerrero espiritual a no
lamentarse ni autocompadecerse. No se complace en la duda por la duda,
investiga, aprende, titubea, pero no es la suya la incertidumbre escéptica,
estéril y desertizante. Apela a la inteligencia humana y desarrolla la comprensión
clara, aunque sabe que muchos seres humanos ni siquiera entienden lo que es
comprender.
Ama el silencio exterior, cuanto más el
interior. Remansándose en sí mismo, en meditación fecunda, renueva su energía,
su visión clara, su ánimo estable. En meditación, cultiva metódicamente la
atención y bruñe la conciencia. En la vida cotidiana prosigue alerta, porque
sólo los atentos están vivos y evitan herir en pensamiento, palabra o acción.
Porque esta atención le hace ser preciso, autoconsciente y vigilante, y no se
identifica con negatividades propias o ajenas. En la meditación y en el
silencio interior el guerrero escucha la voz de su ser, que le infunde nuevos
ánimos.
No cree en la violencia, sabe que la
única ley eterna es la del amor. No cree en la coacción ni en medio
coercitivos, sabe que la disciplina consciente es imprescindible, así como el
confrontar la vida con sentido del esfuerzo y del dolor. No se ofende por
banalidades, no se inmuta por trivialidades. No cree que pueda florecer nada
hermoso del miedo, tampoco cree en el desorden, pero su orden no es rígido ni
neurótico. Sabe que la limpieza del mundo debe empezar con la de la propia
mente.
Aprecia su cuerpo, lo atiende, lo
dispone, lo prepara, pero sin apego, sin obsesiones. También cuida su mente y
la cultiva con esmero. Impone una dosis de dignidad a su carácter y examina su
conducta. A través de la meditación recobra su armonía básica, siendo su
postura símbolo de su talante. Desde la tierra en la que se apoya quiere
proyectarse a la totalidad.
El guerrero espiritual, en fin, trata de
mantener la mente limpia.
Del libro “El Cielo en la Tierra”,
de Ramiro Calle y Joaquín Tamames
(Ramiro
A. Calle es un maestro y escritor de yoga, pionero en
introducir en España esta disciplina. Ha escrito más de un centenar de libros
de diversas temáticas, en su mayoría filosóficas o espirituales, aunque también
recopilaciones de cuentos y guías de viajes)
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